miércoles, 4 de enero de 2012

Es diciembre y es invierno, eso me recuerda que no estás.

Y sabes porque ha pasado esto, verdad?
Mis sueños, mi necesidad de volver a verte, sí, a eso me refiero.
Porque tú, un día, no hace tanto, no fuiste capaz de reconocer que no me querías, que no me necesitabas, que no me amabas, que no había ningún verbo que cambiara, que no existía ningún verbo. Que no éramos nada. Nadie, ni uno solo, ni dos, ni nosotros. Nunca lo fuimos.
Pero me costó aceptarlo, de echo, aún no lo he aceptado. No soy capaz, no puedo.
No puedo saber que en cada una de las múltiples paredes que nos vieron crecer tú no estás.
No puedo aceptar que ese color rojo me diga que no volverás. Que me explique el verde, que no eres mío y que el gris me torture a cada amanecer.
Y me encantaría que me entendieras, como yo siempre soñé entenderte. Y me encantaría que me amaras, o si no, que me hubieras dejado las cosas claras desde el principio, pero no fue así y yo ahora no puedo hacer otra cosa nada más que extrañarte. Extrañarte como nunca, porque es diciembre y quererte, y quererte porque jamás dejé de hacerlo. Porque no quise, porque no pude.
Y decirte que ahora que se que no estás, quizá eso no sea tan malo. Sí, agonizo, agonizo de pensar todo lo que pienso, pero si te das cuenta, si estuvieras aquí, no podría vivir, no podría vivir así. Viéndote y sabiendo que no eres nada, nada de nada. Ni si quiera mi amigo, que estás como muerto, o mejor dicho que yo estoy muerta para ti. No podría vivir sabiéndolo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario